Juventud y educación ante las nuevas sociedades tecnológicas del siglo XXI
La emergencia de un escenario en el que coinciden, por un lado, exigencias precisas de mejorar los niveles de calidad y de ajuste funcional de nuestros sistemas educativos a los requerimientos de una época de grandes cambios y potencialidades, y por otro lado importantes tendencias de transformación en las mentalidades y los patrones culturales de los jóvenes, plantean la necesidad de realizar estudios prospectivos rigurosos que permitan identificar y calibrar las principales tendencias en curso, anticipando eventuales conflictos, desacoples y riesgos de disfuncionalidad en los enfoques educativos.
Los cambios de nuestra época están teniendo lugar con tal rapidez, y con tanta intensidad, que muchas veces los sistemas educativos no pueden anticipar con suficiente agilidad y precisión cuáles van a ser los requerimientos de las sociedades en las que los jóvenes de hoy van a tener que desempeñar sus papeles sociales y desarrollar sus competencias laborales, económicas y profesionales. Por lo que existe el riesgo de que los enfoques y contenidos educativos se queden "viejos" y desfasados en poco tiempo.
A su vez, los cambios que están teniendo lugar en las mentalidades, las actitudes y los patrones culturales de los jóvenes son tan rápidos que, a veces, van más allá de los contenidos que les proporcionan los sistemas educativos, abriendo la posibilidad de desfases y desacoples entre unos y otros ámbitos, incluso en aspectos tan significativos como los lenguajes formales y las jergas y paralenguajes. Por no conflictos, desacoples y riesgos de disfuncionalidad en los enfoques educativos.
En esta perspectiva tan dinámica, el riesgo es que maestros y alumnos acaben teniendo estructuras de motivaciones y concepciones culturales diferentes y hablen lenguajes diferentes.
En las sociedades de hace solo unas pocas décadas las instituciones sociales básicas (la familia, la escuela y las entidades de impregnación ideológica) cumplían perfectamente su función socializadora, al tiempo que las estructuras de identidad y adscripción estaban perfiladas con bastante claridad. Sin embargo, los estudios sociológicos venían detectando una incidencia creciente de la influencia de los pares (amigos, compañeros, colegas, etc.). Ahora todo se está transformando de manera más sustancial y a una velocidad vertiginosa. Las identidades y las adscripciones básicas están cambiando y nuevas agencias de socialización y culturalización están compitiendo de manera destacada con las instituciones socializadoras básicas de las sociedades clásicas. Con el factor añadido de que en estos momentos los jóvenes son mucho más influenciables y permeables, encarnando en mayor grado las potencialidades y características de la nueva época. Y, sobre todo, lo están haciendo a una mayor velocidad que otros sectores e instituciones de la sociedad.
Los cambios en curso están dando lugar a que los jóvenes desarrollen competencias propias de las nuevas sociedades tecnológicas del siglo XXI con mayor facilidad e intensidad que otros grupos de edad – incluyendo a veces a sus propios profesores –. Se suscita de esta forma una paradoja que hasta ahora era inédita en nuestras sociedades, como es el hecho de que los jóvenes enseñen a los mayores. Hasta ahora, en las sociedades conocidas lo habitual era que los mayores enseñaran a los jóvenes en muchos aspectos que iban más allá del propio sistema educativo. En cambio, en estos momentos muchos mayores son enseñados por los jóvenes en el manejo de nuevas tecnologías que cada vez son más imprescindibles en nuestras sociedades. En los propios ámbitos educativos se consignan casos de profesores que se ven desbordados y superados por las capacidades y conocimientos adquiridos por sus alumnos fuera de la escuela – y también por sus nuevos lenguajes – en una forma que puede llegar a traducirse en problemas de funcionalidad, de ajuste y hasta de autoridad académica. Lo cual plantea nuevas exigencias de adaptabilidad, mentalización y refuerzo en el desarrollo de destrezas y capacidades técnicas entre los profesores, al ritmo que exigen los nuevos tiempos.
Mención aparte merece la problemática de la estructura de motivaciones y demandas educativas, lo que puede dar lugar a riesgos de dualización, distanciamientos críticos, falta de interés, desmotivaciones y, en general, eventuales crisis de adaptación; con el corolario de las posibles reacciones que puedan acompañarlas, desde el pasotismo y el retraimiento, hasta la arrogancia y la violencia, que tiende a hacer presente en forma creciente en los centros escolares, pasando por diversos problemas de rendimiento.
Ante esta situación se impone un mejor conocimiento de las principales tendencias que van a afectar a los sistemas educativos, tanto desde la perspectiva de los nuevos escenarios societarios en los que los jóvenes van a vivir su condición de adultos, como desde la óptica de las transformaciones que están dándose en las mentalidades, los objetivos y los patrones culturales de los jóvenes, entendidos éstos en el sentido preciso con el que son definidos por las ciencias sociales.